Superar el temor a emprender
Iniciar un negocio propio implica enfrentar diversidad de
obstáculos, tanto humanos como materiales. Desde el miedo, el temor, los
malos hábitos y la falta de disciplina, hasta la carencia de recursos
financieros, falta de ideas o falta de apoyo en la propia familia. Estos y
muchos otros obstáculos.
Ser dueño de tú propia empresa es un estilo de vida
completamente diferente, en nada se parece a ser empleado por salario fijo,
quizás un poquito a los que trabajan por comisión o por resultados, pero aun
así hay gran distancia entre uno y otro.
Hay que evitar un estado de confort en el que nuestros
movimientos se vuelvan lentos.
Hace poco leí un artículo sobre cómo resuelven los problemas
los pescadores japoneses. Decía que los más experimentados metían a sus
estanques algunos tiburones inofensivos, con tal de que los peces se
mantuvieran siempre en movimiento, en altamar.
La moraleja de aquel texto concluía en que debemos
estar siempre atentos para que el tiburón que nada en nuestro estanque no nos
coma. Es decir, hay que evitar un estado de confort en el que
nuestros movimientos se vuelvan lentos y en el que no visualicemos retos a
superar.
La filosofía del tiburón japonés aplicada a los negocios tiene
que ver con un sentimiento humano que, a lo largo del tiempo, ha levantado
grandes obras, proyectos de inmensidad histórica. Me refiero a la
inconformidad.
Por eso pienso que cuando se tiene una negociación,
ambas partes debemos quedar ligeramente insatisfechos de los acuerdos a que
se llegaron en la misma, ya que esto asegura que siempre estaremos atentos
para una segunda negociación.
Es la inconformidad la generadora de acción. La que estimula
al pequeño a llegar a ser grande y al grande a desarrollarse aún más. Ella
nos garantiza, como los tiburones en Japón, un crecimiento permanente hasta
lograr nuestro máximo potencial, y nos permite subir la escalera aprendiendo
de los tropiezos que nos bajan en algunos casos varios escalones.
Asumo que para lograr el bienestar humano, es
necesario un poco de insatisfacción. Una persona debe necesitar algo que no
tenga y desearlo ardientemente, y no descansar sino hasta que lo haya
conseguido. Esta necesidad lo mantendrá motivado y en acción.
Un hombre y una mujer no conseguirán jamás levantarse del
suelo tirando de las agujetas de su calzado, pero sí conseguirán encontrarse
en un nivel más alto auxiliados por un esfuerzo poderoso y continuo, que les
haga conquistar lo que se desea, siempre y cuando este objetivo sea viable y
dependa exclusivamente de ellos.
El hombre contento con lo que tiene, sin ambición, tiende a
bajar de nivel en la escala social. Quien tiene aspiraciones hará progresar
al mundo, pero el que no las tenga, lo hará retroceder.
Generalmente, todos deseamos muchas cosas tangibles e
intangibles: dinero, comodidades, fama, honores, poder, placeres, sabiduría,
reconocimiento y trascendencia. Pero lo primero es decidirse por aquello que
más deseamos, evaluando nuestro potencial para lograrlo y fijando un plan de
acción. Una vez asegurado el ideal, reconcentremos en él todos nuestros
esfuerzos, hasta alcanzar el objetivo, y nuevamente volvamos a empezar. Todo
esto se logra manteniendo un equilibrio entre los diferentes roles que
tenemos en la vida, pues se trata de balancear nuestra salud, nuestra familia
y nuestro descanso.
Sea cual sea la necesidad ideal de una persona, debe tratarla
como el agricultor lo hace con su planta predilecta; arranca todo lo que nace
a su alrededor y que afecta su crecimiento, para dejarla dueña absoluta de
los principios nutritivos del terreno en donde está sembrada, solo así
garantizará sus frutos.
Por eso, hay que estar siempre con cierto grado de
inconformidad o descontento, ya que es la corriente incesante que impide a la
energía estancarse, es el generador de la acción que combate la inercia.
Otro ejemplo es alguien que se hallaba descontento de la
fuerza del hombre, inventó la fuerza del vapor, y con esto trajo un
desarrollo industrial y económico para su época. La enseñanza, es quien está
satisfecho de las cosas tales como son, nunca las mejora.
Poco aportan a la humanidad los hombres y mujeres que estudian
para hacer hoy exactamente lo que antes se ha estado haciendo, sin tener en
cuenta que el presente siempre es nuevo. Las personas útiles son aquellas de
percepción y acción originales, de imaginación elástica, que pueden vivir en
su época y avanzar al mismo tiempo asumiendo los retos de innovar.
El mundo es comparable a un camino. Está hecho para caminar, no para dormir sobre él. El
conformismo actúa como freno a las ruedas del progreso. Quien se halla
satisfecho con lo que hace, ha llegado a su punto culminante y no progresará
más. De tal manera, el destino del hombre es nunca estar satisfecho, es
decir, debe vivir al máximo, de acuerdo con sus dones y utilizar su
potencial, que por cierto es único en cada uno de nosotros.
El conformismo es uno de los principales enemigos del éxito;
es la polilla que corroe el esfuerzo; es el sarro que entorpece el
funcionamiento de la rueda del progreso y desarrollo.
Es importante identificar cuando la comodidad que nos rodea
nos está llevando a la inercia, para reaccionar de inmediato y ponernos
nuevas metas. A menudo, el estar conformes significa un estancamiento
intelectual. No sigamos ciegamente precedentes que nos conduzcan a un pasado
muerto mucho tiempo atrás. No vivamos de glorias pasadas y estemos atentos a
vivir plenamente el hoy, con una visión de un futuro mejor.
En la lucha por la vida, hay personas que de algún modo han
sobresalido de sus contemporáneos, logrando en sus empresas y en lo personal
el éxito integral. No obstante, hay otras que siempre han permanecido
estáticas, convirtiéndose en mediocres. Estarán de acuerdo que entre esas dos
clases de personas, bien distintas en apariencia, no hay mucha variación en
cuanto a oportunidades, y en varias ocasiones es solo cuestión de actitud.
Las personas inconformes siempre necesitaron algo, sabían lo que les hacía
falta, y con pasión se dedicaron a obtenerlo, se pusieron en acción y
continuaron trabajando sin vacilaciones. Si sus combinaciones se vieron
entorpecidas por el fracaso, sus derrotas no sirvieron sino para darles
nuevos bríos.
Por C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas
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“Cuando atrasamos
la cosecha, los frutos se pudren, pero cuando atrasamos los problemas, no paran
de crecer”. Paulo Coelho