lunes, 22 de abril de 2013

Los tiburones y los inconforme


Superar el temor a emprender



Iniciar un negocio propio implica enfrentar diversidad de obstáculos, tanto humanos como materiales. Desde el miedo, el temor, los malos hábitos y la falta de disciplina, hasta la carencia de recursos financieros, falta de ideas o falta de apoyo en la propia familia. Estos y muchos otros obstáculos.
Ser dueño de tú propia empresa es un estilo de vida completamente diferente, en nada se parece a ser empleado por salario fijo, quizás un poquito a los que trabajan por comisión o por resultados, pero aun así hay gran distancia entre uno y otro.


Hay que evitar un estado de confort en el que nuestros movimientos se vuelvan lentos.
Hace poco leí un artículo sobre cómo resuelven los problemas los pescadores japoneses. Decía que los más experimentados metían a sus estanques algunos tiburones inofensivos, con tal de que los peces se mantuvieran siempre en movimiento, en altamar.
La moraleja de aquel texto concluía en que debemos estar siempre atentos para que el tiburón que nada en nuestro estanque no nos coma. Es decir, hay que evitar un estado de confort en el que nuestros movimientos se vuelvan lentos y en el que no visualicemos retos a superar.
La filosofía del tiburón japonés aplicada a los negocios tiene que ver con un sentimiento humano que, a lo largo del tiempo, ha levantado grandes obras, proyectos de inmensidad histórica. Me refiero a la inconformidad.
Por eso pienso que cuando se tiene una negociación, ambas partes debemos quedar ligeramente insatisfechos de los acuerdos a que se llegaron en la misma, ya que esto asegura que siempre estaremos atentos para una segunda negociación.
Es la inconformidad la generadora de acción. La que estimula al pequeño a llegar a ser grande y al grande a desarrollarse aún más. Ella nos garantiza, como los tiburones en Japón, un crecimiento permanente hasta lograr nuestro máximo potencial, y nos permite subir la escalera aprendiendo de los tropiezos que nos bajan en algunos casos varios escalones.
Asumo que para lograr el bienestar humano, es necesario un poco de insatisfacción. Una persona debe necesitar algo que no tenga y desearlo ardientemente, y no descansar sino hasta que lo haya conseguido. Esta necesidad lo mantendrá motivado y en acción.
Un hombre y una mujer no conseguirán jamás levantarse del suelo tirando de las agujetas de su calzado, pero sí conseguirán encontrarse en un nivel más alto auxiliados por un esfuerzo poderoso y continuo, que les haga conquistar lo que se desea, siempre y cuando este objetivo sea viable y dependa exclusivamente de ellos.
El hombre contento con lo que tiene, sin ambición, tiende a bajar de nivel en la escala social. Quien tiene aspiraciones hará progresar al mundo, pero el que no las tenga, lo hará retroceder.
Generalmente, todos deseamos muchas cosas tangibles e intangibles: dinero, comodidades, fama, honores, poder, placeres, sabiduría, reconocimiento y trascendencia. Pero lo primero es decidirse por aquello que más deseamos, evaluando nuestro potencial para lograrlo y fijando un plan de acción. Una vez asegurado el ideal, reconcentremos en él todos nuestros esfuerzos, hasta alcanzar el objetivo, y nuevamente volvamos a empezar. Todo esto se logra manteniendo un equilibrio entre los diferentes roles que tenemos en la vida, pues se trata de balancear nuestra salud, nuestra familia y nuestro descanso.
Sea cual sea la necesidad ideal de una persona, debe tratarla como el agricultor lo hace con su planta predilecta; arranca todo lo que nace a su alrededor y que afecta su crecimiento, para dejarla dueña absoluta de los principios nutritivos del terreno en donde está sembrada, solo así garantizará sus frutos.
Por eso, hay que estar siempre con cierto grado de inconformidad o descontento, ya que es la corriente incesante que impide a la energía estancarse, es el generador de la acción que combate la inercia.
Otro ejemplo es alguien que se hallaba descontento de la fuerza del hombre, inventó la fuerza del vapor, y con esto trajo un desarrollo industrial y económico para su época. La enseñanza, es quien está satisfecho de las cosas tales como son, nunca las mejora.
Poco aportan a la humanidad los hombres y mujeres que estudian para hacer hoy exactamente lo que antes se ha estado haciendo, sin tener en cuenta que el presente siempre es nuevo. Las personas útiles son aquellas de percepción y acción originales, de imaginación elástica, que pueden vivir en su época y avanzar al mismo tiempo asumiendo los retos de innovar.
El mundo es comparable a un camino. Está hecho para caminar, no para dormir sobre él. El conformismo actúa como freno a las ruedas del progreso. Quien se halla satisfecho con lo que hace, ha llegado a su punto culminante y no progresará más. De tal manera, el destino del hombre es nunca estar satisfecho, es decir, debe vivir al máximo, de acuerdo con sus dones y utilizar su potencial, que por cierto es único en cada uno de nosotros.
El conformismo es uno de los principales enemigos del éxito; es la polilla que corroe el esfuerzo; es el sarro que entorpece el funcionamiento de la rueda del progreso y desarrollo.
Es importante identificar cuando la comodidad que nos rodea nos está llevando a la inercia, para reaccionar de inmediato y ponernos nuevas metas. A menudo, el estar conformes significa un estancamiento intelectual. No sigamos ciegamente precedentes que nos conduzcan a un pasado muerto mucho tiempo atrás. No vivamos de glorias pasadas y estemos atentos a vivir plenamente el hoy, con una visión de un futuro mejor.
En la lucha por la vida, hay personas que de algún modo han sobresalido de sus contemporáneos, logrando en sus empresas y en lo personal el éxito integral. No obstante, hay otras que siempre han permanecido estáticas, convirtiéndose en mediocres. Estarán de acuerdo que entre esas dos clases de personas, bien distintas en apariencia, no hay mucha variación en cuanto a oportunidades, y en varias ocasiones es solo cuestión de actitud. Las personas inconformes siempre necesitaron algo, sabían lo que les hacía falta, y con pasión se dedicaron a obtenerlo, se pusieron en acción y continuaron trabajando sin vacilaciones. Si sus combinaciones se vieron entorpecidas por el fracaso, sus derrotas no sirvieron sino para darles nuevos bríos.

Por C.P.C. y M.I. José Mario Rizo Rivas



“Cuando atrasamos la cosecha, los frutos se pudren, pero cuando atrasamos los problemas, no paran de crecer”. Paulo Coelho

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